EL ÁNGEL DE LA MUERTE






La fuerza de este Ángel es una extensión y una ampliación del flujo del poder causal de la Renunciación y la Regeneración mencionado por separado. Ese poder, como el Ángel de la Renunciación y la Regeneración, cede el turno de impartir la clase siguiente al Ángel de la Muerte y el Renacimiento para que complete la lección que enseña a reemplazar lo inferior por lo superior.

Este Ángel representa la fuerza de la metamorfosis, y su función es la de ayudarnos a disolver los patrones erróneos y las falsas creencias del ego y auxiliarnos en la tarea de preparar nuestra conciencia para la infusión final de la energía del Dios-Yo. Es “ese irresistible impulso de la Naturaleza que es la causa de que todos los seres sean finalmente absorbidos por la condición divina en la cual ya existían antes de que el Universo ilusorio se hubiera manifestado”.

Si esta energía se encuentra bloqueada por el temor a la “muerte” que experimenta el ego y por la disminución de la personalidad, o a través de la identificación del Yo con el cuerpo físico, nos convertiremos en personas que se resistirán a cualquier cambio y que bloquearán la divina espontaneidad de la vida. Las proyecciones negativas del ego pueden acarrear también el resultado de llevarnos a estar constantemente vigilando el estado del cuerpo físico para ver si hay algo que anda mal, lo que conduce a producir un desorden en todo el sistema.

Pese a que no podemos pensar en nuestro ego como una hidra de nueve cabezas que vive en una “ciénaga encharcada y pestilente”, la naturaleza de este animal representa la acumulación de todos los defectos de nuestra personalidad que permanecen sin ser corregidos a través de todas nuestras muchas encarnaciones en diversas formas físicas. Si atacamos al ego con emociones combativas, sólo magnificaremos su naturaleza malévola y, luchando en su territorio – en las tinieblas de la conciencia inferior – perderemos todo nuestro poder para lograr la victoria. Al tratar con esta parte inferior y sin redimir de nuestra naturaleza, debemos recordar que “nos levantamos si nos arrodillamos”, lo cual significa que la humildad es la clave, y que el orgullo y la ira deben ser reemplazados por la paciencia y el perdón.

Así, deponemos todos nuestros sentimientos de hostilidad y elevamos esta forma de pensamiento creada por el yo hacia la luz purificadora del Espíritu, donde pierde todo su poder y logramos alcanzar la victoria. Vencemos por medio de la entrega y ganamos la perfección al renunciar a nuestros defectos. El Ángel de la Muerte y el Renacimiento es el Poder Causal que nos ayuda a cumplir con esta heroica tarea.

En primer lugar, deseo ser bien clara al tema de la muerte, palabra que a la mayoría de las personas les produce una sensación de temor y estremecimiento. En verdad, lo que llamamos muerte no es sino una entrada a una vida más gloriosa, de alegría, plenitud, paz y libertad, ya se trate de una experiencia física o mística. En ambos casos es un flujo incesante de vida sensible, pero con una diferencia. Excepto por la inmediata elevación de la conciencia que se deriva de la experiencia de quedar liberado de la forma corporal, la muerte física no es nada más que un cambio de la forma. Conservamos la conciencia, la comprensión y el conocimiento conquistados durante nuestra visita a la tierra, y cuando nos movemos de un plano hacia otro, llevamos con nosotros nuestras tendencias y nuestros intereses.

Ya en el plano no-físico, continuamos nuestra evolución a medida que progresamos gradualmente a través de un proceso de expansión de la conciencia que nos conduce hacia nuestro objetivo final, el de recordar y despertar a nuestra Realidad Esencial, la identidad divina.

La verdad principal de los antiguos colegios de Misterios era ayuda a que el iniciado “muriera” en su personalidad para despertar a la Realidad, divina que albergaba en su interior. El punto central de esta enseñanza estaba constituido por la idea de que la única muerte verdadera es el nacimiento físico, y que el único nacimiento verdadero es la comprensión y la liberación del Yo Espiritual.

También se enseñaba que cualquier persona que abandonara la vida espiritual y eligiera vivir una vida puramente material, plena de falsas ambiciones, era, desde ese momento, una persona muerta, cuyo renacimiento sólo era posible a través del acto de morir (desapegarse, desprenderse) del mundo de los sentidos.

Debemos tener en cuenta que en esos antiguos tiempos de la humanidad, los iniciados no trataban de convertirse en “santos” para pasar el resto de sus vidas ataviados con una túnica monacal y caminando en círculos mientras musitaban algún canto místico. Por el contrario estaban buscando liberarse de las ataduras del mundo físico para poder permanecer en este mundo y participar en su transformación. Su objetivo era despertar a la masa de la humanidad, pero también sabían que la posibilidad de salir de ese estado de sueño debe comenzar en la conciencia de cada individuo, de modo que comenzaban por ellos mismos, tal como hoy debemos hacerlo vos y yo.

La idea de muerte y renacimiento aparece claramente ejemplificada por Jesús en la Iniciación de la Crucifixión y la Resurrección. Él nos enseñó que debemos morir para la naturaleza inferior para poder vivir como el Yo Superior que en Verdad somos. La naturaleza inferior debe morir para que la naturaleza superior puede manifestarse plenamente. Esa muerte consiste “en la renuncia a la personalidad, en el reemplazo de la conciencia humana por la conciencia divina. En atravesar tanto el plano objetivo como el plano subjetivo de la conciencia”.

En este punto de nuestra evolución pasamos por una experiencia portentosa. A partir de nuestra renunciación, hemos estado esperando en una vibración superior, en una percepción superior del Sagrado YO que llevamos en nuestro interior. Pero en el momento de la crucifixión esta comprensión comienza a desvanecerse como una conciencia personal para llegar a asumir la identidad de su fuente. Se produce un progresivo desvanecimiento de la conciencia personal y una progresiva aparición de la otra, y, durante un breve intervalo, la sensación de la Presencia nos abandona por completo y podríamos ponernos a gritar “‘Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. Pero, entonces, cuando llegamos a comprender plenamente nuestra Divinidad, la frase “Yo y mi Padre somos una sola persona” se convierte en una realidad. Se ha producido la muerte de nuestro viejo yo y ahora podemos renacer e ingresar a la Experiencia de la Resurrección.

Acerquémonos de manera más práctica a esta idea de la muerte y el renacimiento. Cuando dejamos de identificarnos a nosotros mismos como parte del mundo físico de las formas, rompemos las ataduras emocionales que nos ligan a los efectos externos y disipamos la ilusión mental de estar viendo “en el afuera” algo que realmente no existe, estamos removiendo las diferentes capas de los patrones de nuestra personalidad que han estado rodeando nuestro aprisionado esplendor.

Cuando nuestra naturaleza divina, nuestro Auténtico Ser aparece en la superficie, nuestras vidas cambian tan asombrosamente que la tierra parece ser el cielo. Los problemas, desafíos, pruebas y tribulaciones que estábamos experimentando en nuestra naturaleza inferior se han desvanecido por completo, pues no pueden seguir existiendo fuera de esa naturaleza inferior.

Todos los deseos, anhelos y necesidades han sido asumidos por el Yo Espiritual, y se han convertido en manifestaciones acordes con la visión superior, la cual siempre significa mucho más que aquello que concebimos en nuestra limitada conciencia. Así “morimos” para la carencia, las limitaciones, la insatisfacción, la futilidad, los conflictos, la desesperación, el miedo y la culpa, y renacemos a la vida resucitada del dominio y la supremacía espiritual.

¿Cómo hacer para provocar esta muerte y este renacimiento místico? La forma más simple de responder a esta pregunta es decir que si nosotros cumplimos con nuestra parte, el Espíritu se encargará del resto; y nuestra parte, básicamente, puede ser resumida en estos cuatro pasos:

1) Depositar nuestra fe en el invisible mundo espiritual en lugar de hacerlo en el visible mundo material, lo cual significa que debemos dejar de conferir poder al plano material de los efectos y reclamar esa autoridad que nos pertenece por derecho divino.

2) Romper con las atracciones emocionales que están limitando nuestras vidas. Debemos abandonarlo todo al Espíritu de Dios que mora en nuestro interior; debemos, incluso, entregarle esos deseos que nos están tirando hacia abajo, pues, en verdad, sólo cuando abandonamos nuestro deseo en las manos del poder superior adquirimos el derecho a ver satisfecho ese deseo.

3) Llenos de humildad, dejamos todas las energías del ego en manos del Sagrado Yo que mora en nosotros y, simbólicamente, hacemos que nuestra naturaleza inferior ascienda hacia la Luz del Espíritu.

4) Por medio de la meditación, desarrollamos el poder de nuestra intuición para que llegue a ser mayor que las percepciones erróneas que veíamos a través de los falsos ojos de la personalidad.

Si somos completamente sinceros y tenemos la voluntad de entregar todo lo inferior para cambiarlo por lo superior, el Sagrado Yo se ocupará de borrar suavemente la vieja personalidad y de reemplazarla por su propia Presencia, todas las energías inferiores. No quiero dar la impresión de que este es un proceso que puede cumplirse de la noche a la mañana, pues, por el contrario, se requiere mucha preparación para que esta fusión pueda producirse.

No sólo debemos derramar todo el vino viejo – y todo lo que ese vino representa – sino que debemos tener listo un odre completamente nuevo para recibir el nuevo contenido. Pablo dijo “Cada día estoy a la muerte” (Primera Epístola a los Corintios, 15:31) – y eso es lo que debemos hacer para asegurarnos la victoria final.

Al “estar a la muerte” cada día – y momento a momento, si fuera necesario -, rompemos las ataduras del ego y comenzamos la ascensión hacia la superconciencia. Cada vez que nos movemos hacia el lugar más secreto de la conciencia y sentimos y experimentamos la Presencia de Dios ante la que estamos, morimos un poco para todo aquello con que nos atrae nuestra naturaleza inferior. A cada momento en que nos conectamos con el Yo Superior y vemos la Luz interior, sentimos el Amor y sabemos que estamos percibiendo la Realidad, disminuimos todo aquello que nos mantiene asidos a nuestra naturaleza inferior. Cada vez que damos la espalda a las apariencias y nos negamos a prestar atención a los desafíos de la salud, de nuestra forma de abastecernos, de nuestras profesiones o de nuestras relaciones, avanzamos un poco en el proceso de nuestro renacimiento.

Cuando estás pasando por la transmutación y reorientación de tus energías humanas, llama a este Ángel para que te ayude y te facilite el proceso. Para las personas comunes, el Ángel de la Muerte es el más temible, pero para los aspirantes, discípulos e iniciados, es “aquel que es tan bienvenido como una sonrisa”. Ahora ponte en contacto con el Ángel y pregúntale cómo puede ayudarte en la preparación del paso final de liberación y aceptación. Pídele que te revele si existen reservorios de características de tu personalidad que aún no han sido sometidas y de ataduras del ego que aún no han sido cortadas, y disponte a colocarlas bajo control.

Afirmándote en la energía y el poder de este Ángel, retrocede y revisa los cuatro pasos que he mencionado anteriormente, y mantente firme en tu compromiso de arrojar al ego de tu vida actual para tener una experiencia mayor de la Verdad Viviente.

Debes cambiar tu idea de lo que significa vivir en este mundo. Vivir en alegría, paz y libertad no significa desprenderse de las cosas de este mundo, sino dejar de confiar y de depender de esas cosas y volver tu atención hacia el YO SOY que llevas dentro de ti y que es la única Causa y el Único Poder, y dejar que las cosas del mundo aparezcan naturalmente.

Aquellas cosas que no estén de acuerdo con el orden superior deben morir y ser reemplazadas por otras que sí lo estén, pero sin ninguna clase de sacrificio o de sufrimiento de tu parte. Considera también que el ego no participa de la Energía del Amor y ten en cuenta, sin embargo, que el Reino sólo puede expresarse a través de esa energía. ¿Acaso no vale la pena eliminar todos los obstáculos que impiden que el cielo se manifieste en la tierra? Recuerda que la muerte no existe, que sólo hay un cambio de energía.

Finalidad: Llamado también energía de la metamorfosis, este Ángel nos ayuda a atravesar las áreas dominadas por el ego y a realizar nuestra identidad como seres espirituales.

Rasgos negativos que pueden presentarse a partir de las proyecciones del ego: exagerada preocupación por el cuerpo físico; el individuo se convierte en un fanático de la salud que está constantemente observando sus sistemas físicos para ver si hay algo que anda mal.

Su energía resulta bloqueada debido a: el temor a la muerte del ego; la creencia de que la metamorfosis de la personalidad a la individualidad eliminará la forma física; la identificación con el cuerpo como si fuera el verdadero Yo.



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