EN ARMONÍA CON EL INFINITO de ROBERTO WALDO TRINE





LIBRO EN ARMONÍA CON EL INFINITO









Prefacio del autor


Un hilo de oro ensarta todas las religiones del mundo y entrelaza las vidas y doctrinas de cuantos profetas, videntes, filósofos, mesías y redentores en la historia fueron, y la de todos los hombres de perdurable autoridad. Todo lo que ellos hicieron o lograron estuvo sujeto a principios y leyes, y lo que uno hizo pueden hacerlo cuantos tengan las requeridas facultades para ello.

Este mismo hilo de oro debe enhebrar las vidas de cuantos en el atareado mundo de nuestros días ansíen trocar la impotencia por el poderío, la debilidad y el sufrimiento por la fortaleza y el gozo, la pena y el desasosiego por paz completa, la miseria y penuria por copiosa abundancia de bienes.

Cada cual es el arquitecto y artífice de su propia vida, pero al mismo tiempo que erigimos interiormente el mundo de la conciencia, atraemos al mundo exterior y él nos atrae.

Los pensamientos son la fuerza edificante de que disponemos, porque fuerza es el pensamiento. Cada ser engendra y atrae a su semejante, y a medida que el pensamiento se espiritualiza, llegan a ser más sutiles y poderosos sus efectos. Esta espiritualización obedece a ciertas leyes y está bajo la potestad de todo hombre.

Todas las cosas existen en el Universo invisible antes de manifestarse en el visible, en lo ideal antes de aparecer en lo real, en lo espiritual antes de mostrarse en lo material.

El reino de lo invisible es el reino de las causas. El reino de lo visible es el reino de los efectos. La naturaleza del efecto está siempre determinada y condicionada por la naturaleza de la causa.

Un divino encadenamiento entrelaza el Universo entero y por todos los lugares la voluntad humana está vivificada por la voluntad divina, de manera que si con ella armonizamos la nuestra y obramos de acuerdo con las leyes y fuerzas superiores, seremos un eslabón del maravilloso encadenamiento del Universo. Tal es el secreto de todo éxito. Así se llegan a adquirir desconocidas riquezas e inimaginables facultades.

R. W. Trine


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ALFA Y OMEGA de EMMET FOX










EL PRIMER DÍA



Y dijo Dios: Sea la luz y la luz fue. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios luz de las
tinieblas”. (Génesis 1,2-4)

Lo primero que este amanecer de entendimiento hace por el hombre es mostrarle que hay una distinción entre la Verdad y el error. El hombre sabe ahora –aunque sólo vagamente al principio- que todas las experiencias no son igualmente auténticas. Este es uno de los dos o tres pasos mayores en toda la historia. Después de esto, el miedo no volverá jamás a tener el mismo poder que antes tenía sobre él. En otras partes de la Biblia, a esta experiencia se le llama “La primera Resurrección”, porque el hombre se levanta desde la tumba de una existencia sin el conocimiento de Dios.

Y llamó Dios a la luz “día”, y a las tinieblas llamó “noche”. Y fue la tarde y la mañana el día primero”
(Génesis 1:5)

Ahora que el hombre ha entendido el hecho de que todas las apariencias no son igualmente auténticas, comienza a entender –si bien imperfectamente- que el bien es poderoso y que el error no lo es. Entonces, mediante el uso activo del pensamiento correcto, mediante el uso de su intuición y razón, puede separar el trigo de la cizaña. Al bien –que es la Verdad concerniente a todas las cosas- aquí se le denomina día, y al error y al miedo que le adherimos al mismo se les denomina noche.

Así el Primer Día representa el amanecer de la conciencia espiritual. En la Biblia “la noche” entraña limitación, miedo, lío o falta de algún bien necesario; y “el día” entraña realización. Por lo general el mundo invierte esto, pensando en vez de la noche como la realización, culminando de hecho en la inconsciencia del sueño. En la Biblia al caer de la tarde que lleva a la oscuridad de la noche es un estado erróneo que debe ser abandonado. El crepúsculo es sólo media luz, o menos, a través del cual el hombre debe pasar para entrar a la gloria del amanecer.





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